¡Échale ganitas!
- Alex Negrete F
- 19 may 2020
- 3 Min. de lectura
Muchos dicen que vivimos en un mundo en donde la empatía y preocupación por el prójimo destaca por su ausencia. Es cierto que vivimos en un mundo individualista y que, en muchas ocasiones tenemos problemas para comprender al prójimo, pero seguimos viviendo en sociedad y la indiferencia hacia los demás es un grave problema.

Por más que seamos una sociedad individualista, seguimos siendo parte de una sociedad interconectada, vivimos en comunidad y no nos podemos explicar por completo sin nuestra interacción con los demás. La empatía y comprensión son elementos básicos de todo tejido social. El desarrollar estos elementos no implica el abandono de la individualidad, el tener interés propio no niega nuestra capacidad para empatizar y simpatizar con los demás, no son mutuamente excluyentes. El individuo puede ser libre y al mismo tiempo ser parte de una sociedad con la cual tiene una relación estrecha y buscando el bien común.
La falta de empatía y comprensión, junto con la ignorancia, conforman un círculo vicioso que lastima a nuestra sociedad. La empatía y comprensión son hábitos y por ende un acto voluntario, lo segundo es mera falta de información e interés sobre aquellas cosas que pensamos deberían preocuparnos. Así una persona que carece de éstas tendrá muy poca motivación para informarse sobre lo que aqueja a otras personas y sin la información, tendrá menos elementos para preocuparse. De ahí que existan frases como “los pobres son pobres porque quieren” “¿estás deprimido? ¡Échale ganitas!” hasta el mismo hecho de relativizar la violencia hacia la mujer porque “ella se lo buscó”. Todas estas frases son resultado de la falta de conocimiento y empatía.
A Siempre nos costará más trabajo empatizar con aquello que está en la periferia, lo que sale de los estándares que consideramos “normales”, termina siendo lo menos comprendido y lo más estigmatizado (la gente introvertida entenderá esto mejor que nadie). De las frases anteriormente mencionadas, el factor común son conceptos que históricamente han estado en la periferia: Pobreza, los trastornos mentales, la violencia contra la mujer. Lo mismo sucede con las personas de otras etnias, aquellos que practican otra religión o que profesa alguna en lugares en donde nadie profesa una, o aquellas que tienen otra preferencia o identidad sexual. Y es entendible el hecho que sea difícil comprender aquello que nos es diferente, ¿qué tan fácil sería para una persona empatizar con aquellos que sufren ataques o episodios de crisis por ansiedad a cada rato si ellos jamás han vivido una? Se podría dar una idea al ver las expresiones de aquella persona que sufre, pero al no entender lo que está viendo, puede sacar conclusiones erróneas y hacerle más daño a la persona diciéndole “échale ganitas, todo es cuestión de actitud”.
Y a este problema se le suma la creencia con la que el individuo culpabiliza a la víctima pensando en que todo el mundo obtiene lo que merece y bajo la falsa premisa de que aquello jamás lo afectará a él/ella o a los suyos, las frases anteriormente mencionadas son ejemplo de ello.
Y es que hay gente que en pleno 2020, sigue negando la existencia de los trastornos mentales como Depresión, ansiedad, suicidio, reduciéndolos a estados mentales ”débiles” , utilizando frases, en aras de sentir algún tipo de superioridad, sensación de seguridad o reafirmación personal, como “todo el poder está en la mente”.
La empatía (el ponerse en los zapatos de alguien) y la compasión (aquella motivación para ayudar a quien sufre), son muy diferentes a la lástima, la cual implica un sentimiento de superioridad. Las dos primeras implican colocarte al mismo nivel de quien sufre con todas sus implicaciones, porque la lástima implica negar la potencialidad y vitalidad de aquella persona que sufre. Alguien que siente compasión por una persona con un trastorno mental, comprenderá que dicho trastorno rebasa su voluntad y no lo juzgará por ello, porque sabe que objetivamente necesita ayuda, también esperará que quien sufre haga lo que tiene a su alcance para solucionar el problema: ir al psiquiatra y a terapia, seguir indicaciones, meditar hacer ejercicio, comer mejor. Quien no siente compasión relativiza su situación o, caso contrario, lo sobreprotege. Esperar que el individuo tenga la voluntad suficiente para salir adelante y ponga de su parte, no necesariamente implica que creamos que sólo basta con eso para solucionar su situación, la voluntad es condición necesaria, mas no suficiente. Quien tiene un trastorno mental no lo tiene por débil, sino por un desbalance químico, el trastorno es una enfermedad, no cuestión de “mala actitud”.
Cada problemática individual y social tiene muchas aristas, es muy complejo, tiene muchos matices, y sólo una genuina preocupación e interés hará que los entendamos, aunque sea de una forma mejor aproximada. No se trata de “echarle ganitas”.
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