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¿Qué es una mujer? Cuando la realidad se diluye en la autopercepción.

  • Foto del escritor: Alex Negrete F
    Alex Negrete F
  • 16 jun 2022
  • 4 Min. de lectura

¿Qué es una mujer? Parece una pregunta muy obvia y evidente. Convivimos con ellas e inclusive en marzo se les conmemora con la marcha anual del #8M. En todas las civilizaciones se ha tenido una imagen común de una mujer, una definición conceptual y gráfica que ha perdurado con el paso de los años. Lo que antes parecía ser algo obvio, hoy se ha vuelto el foco de una polémica político-social.




Hace años, la distinción entre un hombre y una mujer era evidente, bien dijo Avril Lavigne: “He was a boy, she was a girl. Can I make it any more obvious cuando sacó su hit Sk8er Boi el cual todos cantábamos y entendíamos sin ningún problema. Lo que era obvio se ha convertido en un insulto, y lo que es evidente en lo impronunciable.


La obsesión progresista o woke ha cambiado el paradigma en el que nos desenvolvemos. No solo se tiene el afán de permitir que cualquiera se pueda identificar como mujer (que en realidad están en su derecho), sino que se obliga a los demás a aceptar esa auto identificación como válida. El avance es tan claro que la misma academia ya ha sido tomada. Toda una ideología que se ha convertido en el dogma mediático y legislativo.


¿Por qué es tan seductora toda esta ideología? Sencillo, la idea radica en que todos tienen el derecho de definir su propia realidad y a partir de ella, poder alterarla a su gusto y el resto del mundo debe respaldar esa realidad. Si Gabriel quiere identificarse como mujer, hombre, ambos, ninguno o un perro, el resto, por empatía y solidaridad, debemos asumirlo como tal. No hacerlo sería un acto de agresión y exclusión.


Sin embargo, aquí nos enfrentamos a un problema para poder definir lo que es una mujer. Primeramente, nos debemos preguntar: ¿Qué es una definición? Es una proposición, conjunto de palabras que exponen y representan de manera inequívoca un concepto. Una definición, por definición (valga la redundancia) es excluyente. Si yo defino lo que es un caballo, entonces todo aquello que no tenga las características de éste quedan excluidos. Definir algo implica excluir todo aquello que no es. Aquí reside el problema de la pregunta: ¿Qué es una mujer?

Definir lo que es una mujer implica herir susceptibilidades, en este caso de los transgénero, porque ellos no cumplen con características inherentes que se necesitan para definir lo que es una mujer (o al menos como se ha definido desde hace años). Es decir, existe una realidad objetiva que reside más allá de la autopercepción. Y decir eso en estos tiempos es considerado un insulto.

Vivimos en tiempos donde la lógica y el sentido común están en crisis. Tiempos en donde la misma biología se ha vuelto el enemigo. Donde en las marchas del 8 de marzo hay carteles con mensajes como: “Si no tienes útero no opines” y al mismo tiempo muchas concuerdan con la idea de que cualquiera que se perciba como mujer puede serlo diciendo que “Hay hombres con vagina y mujeres con pene”. Y no es que no sepan lo que es una mujer, sino el hecho de decirlo en voz alta se ha vuelto una transgresión contra la comunidad trans y recibes el oprobio de la sociedad.


Podrán preguntarse si es tan importante y necesario definir lo que es ser una mujer. ¿Por qué no vivir y dejar vivir? Es válido. Yo creo que las definiciones son importantes, especialmente cuando se tratan de conceptos básicos que son la base de una sociedad como: familia, papá, mamá, casa, hombre y mujer. Para sostener una sociedad y poder convivir, los seres humanos necesitamos una matriz compartida sobre la cual establecer leyes, normas y códigos de conducta. Esa matriz o realidad debe ser objetiva y hasta cierto punto predecible. Si todos pueden crear su realidad y con base en ésta relacionarse con el mundo exterior, entonces todos deben estar teniendo en cuenta esas realidades o autopercepciones a la hora de interaccionar con el resto y se vuelve un proceso torpe, demasiado desgaste para una interacción. Una receta para el caos y el conflicto.


Cuando éramos chicos, aprendíamos lo que es un hombre y una mujer, y bajo esa lógica podíamos navegar con certeza sin tener que preguntarnos más de lo necesario lo que es evidente para el 99% de la población. En cambio, en el ecosistema woke, cada individuo es un signo de multiplicación para la confusión y el estrés, porque se debe recordar quién se identifica como qué y hasta en qué momento se identifica como tal puesto que las obviedades como nombre, aspecto y sexo biológico no son consideradas como válidas.


El concepto de mujer ya fue atrapado por las garras del progresismo desbaratando y construyéndolo bajo una nueva imagen y la consecuencia es evidente, especialmente en la categoría de deportes. En donde están permitiendo que hombres biológicos, con claras ventajas físicas, compitan contra mujeres. Los progresistas que abogan por los derechos de la mujer y el feminismo son los mismos que inventan conceptos como “persona gestante” o “persona menstruante”, poco a poco el concepto de mujer es desechado. Y solo es cuestión de tiempo para que suceda con otras ideas.


Bien dicen que cada cabeza es un mundo, pero eso no significa que podamos (ni debamos) meter el mundo de millones de personas en la nuestra. Eso hace más torpe la interacción social, no hay una base sólida y congruente con certezas que nos ayuden a navegar por la vida de manera más efectiva. Sería como querer escuchar un coro, solamente que en éste cada individuo se cree solista y exige que el resto se una a su voz resultando en un ensordecimiento ante el caos por el egoísmo de sus integrantes que exigen acompañamiento y sumisión.

 
 
 

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