¿Cómo salir del bucle de la mentalidad victimista?
- Alex Negrete F
- 17 may 2022
- 8 Min. de lectura
Actualizado: 13 jun 2022
Todos hemos vivido, a menor o mayor medida, experiencias traumáticas, por ejemplo: trauma físico, bullying, delincuencia, abuso e inclusive la muerte de un ser querido; y es normal que exista un proceso de duelo que dure días, meses, incluso años, dependiendo de la gravedad del evento y la capacidad de resiliencia del afectado. Pero ¿Cuál es la mejor forma de poder seguir adelante con tu vida y dejar todo ese pasado en, valga la redundancia, el pasado?

Empecemos con lo más común: Bullying. Actualmente la palabra bullying ha ganado muchísimo terreno en nuestras vidas cotidiana y se ha ramificado a diversas áreas como el hogar, escuela, hasta las redes sociales (el famoso cyberbullying). Pero cuando un concepto empieza a ser usado de manera excesiva como si fuera una especie de “tarjeta de cambio”, su verdadero impacto se va diluyendo.
Por ejemplo, se me hace insólito escuchar a adultos decir que están siendo buleados en una cena porque hay gente que no concuerda con sus opiniones o hacen bromas de mal gusto; o en redes sociales cuando denuncian a personas por comentarios que atentan contra su persona. En estos casos hay algo importante a tomar en cuenta: Esa gente tiene el poder de tomar una decisión, ya sea irse de ese lugar, o bien cerrar una sesión o inclusive bloquear a otros usuarios. Eso no es bullying.
Para mi el bullying es aquel en donde la víctima no tiene la capacidad de retirarse a sí misma del lugar en donde se da el hostigamiento, o bien es más complicado, por ejemplo, una persona que depende económicamente de su pareja, un niño que sufre de abuso en la única escuela de un pequeño poblado . ¿No creen que si la gente tuviera la capacidad de retirarse de una situación así lo harían? Pero ahí está la cuestión, no siempre se puede y hay una sensación de aprisionamiento, se sienten impotentes y sin autoridad para hacer algo al respecto. Y los ecos de estas situaciones siguen resonando en la vida adulta de muchas de las víctimas. Ahora ¿cómo puede hacer uno para superar esta clase de traumas?
En resumidas cuentas la solución más efectiva es: reducir la importancia de un evento para poder superarlo. ¿Qué implica esto? Porque estarán pensando que el trauma de alguien que fue violado, o que le asesinaron a un ser querido se quitará pretendiendo que “no es la gran cosa”. No, las cosas, desafortunadamente para nosotros, son más complejas de lo que aparentan.
Una de las formas más efectivas para poder abordar estas situaciones es hacerse la siguiente pregunta: ¿Cuál es mi rol en la situación que estoy viendo (o viví)?
Y sí, lo sé, pareciera que es culparse a sí mismo por las desgracias que nos suceden, pero hay una gran diferencia entre preguntarse cómo es que llegaste a un mal lugar o situación y que ésta sea tu culpa. Como ya mencioné, la realidad tiene muchísimas más variables y hacer una autopsia de la situación que vivimos es muy doloroso, porque es enfrentarse a ese fantasma que aún nos atormenta. Pero si tenemos la capacidad de analizar la situación en pequeños pedazos y ver en cuáles pudimos haber echo algo distinto, entonces se obtiene un aprendizaje nuevo que te marcará la pauta para futuras ocasiones.
Cabe mencionar que de ninguna manera se justifica lo vivido, la injusticia existe y en este país es el pan de cada día de muchos mexicanos. Muchas veces la raíz del trauma, aquella que se queda con nosotros el resto de nuestras vidas, es la vergüenza de no habernos protegido o haber hecho algo distinto (y más cuando sabías que tenías opciones). Puede que para algunos casos no aplique este texto, pero para muchos otros sí, el punto está en saber ¿Qué cosas están bajo nuestro control y cuáles no? No perdamos el enfoque de las cosas hablando en términos absolutos, porque no soluciona nada.
La mala noticia es que el dolor se queda, un trauma no se supera al 100%, regresa cuando menos lo esperas, a las altas horas de la madrugada cuando no puedes conciliar el sueño, sientes vergüenza, dolor e incluso rechazo. Y cuando el problema no es tratado en tiempo y forma, ya sea reflexionando, con ayuda psiquiátrica, psicológico, familia o amigos, cualquiera que sea tu red de contención emocional, entonces el resultado es una mentalidad de víctima.
La mentalidad de víctima es catastrófica para tu vida y tus relaciones interpersonales. Es como esos venenos en la vida que vas tomando en micro dosis y no te das cuenta, hasta ya muy tarde, de la devastación que dejó: Relaciones fallidas, bajo desarrollo académico, malas experiencias laborales, pleitos familiares. Al inicio uno está traumado por la experiencia reciente, pero con el paso del tiempo se vuelve un hábito, internalizamos esos sentimientos y pensamientos y se reflejan en nuestra vida cotidiana . No hay que romantizar la naturaleza humana, y la realidad es que el sentido de egoísmo habita muy dentro de nuestra psique y es normal, a pesar de que somos seres sociales, generalmente buscamos las condiciones que más nos favorezcan. La gente que no es consciente de esta característica y otras es la más propensa a caer en comportamientos de los cuales ni siquiera es consciente. Al final de cuentas no podemos cambiar aquello de lo que no somos conscientes.
Hay instancias de una mentalidad de víctima, la primera evidentemente es el susto o terror cuando la experiencia es reciente, pero con el paso del tiempo se obtiene una fuerte recompensa emocional de ella en forma de atención, evasión de responsabilidades o culpas. Es un gran instrumento de manipulación si somos realistas. Cuando la gente siente pena o, en el peor de los casos, lástima por nosotros, eso nos da una ventaja social, porque se aprovecha de nuestra naturaleza cooperadora y social. Buscamos el bien de nuestra comunidad.
Creo que ninguno de los que lee este post insultaría a alguien en silla de ruedas o con una enfermedad terminal, pero eso no significa que no haya personas malas en esas condiciones, que aprovechan sus circunstancias para ganar ventaja.
Lo que hacen es retroalimentar esa narrativa de víctima, y cuando lo llevan haciendo mucho tiempo, su mente se la cree y forman esa máscara con la que se presentan al mundo. Afortunadamente para los que son observadores, las máscaras tienen grietas por las cuales se vislumbra las verdaderas intenciones de la gente. Y la realidad es clara: Esa gente se vuelve co-arquitecta de su propia desgracia. Muchas veces no lo hacen a propósito al inicio, es decir, no esperaban sentirse bien, pero lo hacen al final. Y tiene una explicación bastante sencilla, porque esta vez tienen algo que no tuvieron cuando les sucedió el trauma: poder sobre la situación. Ahora ellos pueden tomar las riendas. Sólo ellos saben cuando usan la carta de víctima a su favor.
Hacer retrospectiva y preguntarnos cuál pudo haber sido nuestro rol en lo sucedido no es nada sencillo. Pero cuando cruzas ese puente, del otro lado te espera un nuevo “despertar”, hay conocimiento. Conocimiento de uno mismo y el conocimiento es poder, por algo existe ese dicho. No podemos cambiar lo que nos sucedió, pero podemos cambiar lo que actualmente significa.
Esto es algo que requiere trabajo constante, hasta el más consciente de sí mismo puede caer en “bucle victimista” y evitar responsabilidades o decisiones que requieren de nuestra madurez para enfrentarlas, inclusive por las cosas más simples, porque jugar la carta de la víctima siempre será más fácil que hacer el trabajo de introspección. Toda vida y sistema biológico se rige por la ley del mínimo esfuerzo y nosotros no somos la excepción.
Empieza poco a poco, haz una lista de las cosas que sí están bajo tu control: A qué le dedicas tiempo, cómo te alimentas, qué tanto te ejercitas, con quiénes te involucras sentimentalmente, qué ves o escuchas, cómo te vistes etc. Esas pequeñas cosas te dan un sentimiento de poder y control, aunque sean cosas pequeñas, pero todo gran viaje comienza con un solo paso. Haz otra lista de las cosas de las por las que estás agradecido.
La injusticia existe, es algo real y nos carcome vivos a muchos de nosotros. Y esta es una pregunta muy válida: ¿Por qué habríamos de reducir la importancia de los traumas que vivimos? Este esfuerzo no deshace lo sucedido, no trae de regreso a la persona querida, la oportunidad perdida o lo que tú nombres. Pero yo respondo a tu pregunta con otra: ¿Prefieres estar tranquilo o prefieres tener la razón? Puedes construir todo un palacio de ira y justicia tan grande como quieras y es tu derecho, nadie debería de culparte por hacerlo ni decir que estás loco, pero si hay algo en lo que muchos coincidirán es que eso solo te traerá una infelicidad crónica, no estar tranquilo contigo mismo.
Muchas veces las palabras o insultos que otros nos dicen se quedan con nosotros para siempre, especialmente si nos la dicen de niños, como semillas que se plantan en nuestro cerebro y germinan para quedarse por mucho tiempo y se traducen en culpas, inseguridades y prejuicios con los cuales cargamos por el resto de nuestras vidas, somos seres sociales, la necesidad de inclusividad social es real, no tiene sentido negarlo. Si las palabras nos llegan a afectar en esa magnitud, ahora imagina una experiencia traumática, es una fuerza devastadora que irrumpe con fuerza la imagen que tienes de ti mismo. Por eso se trabaja poco a poco, todos los días para mitigar esos efectos. Pero cuando no lo hacemos, nosotros mismos seguimos echándole leña al fuego, mantenemos la experiencia viva y presente. Somos lo co-arquitectos de nuestra desgracia.
No estoy diciendo que llegará un punto en el que, en retrospectiva, agradezcas que te haya sucedido esa experiencia, depende de la situación, algunas veces tras haber vivido una mala experiencia ésta abrió camino para algo mejor, pero no siempre sucede. Sin embargo ¿acaso no el asesino, el jefe abusivo, el violador o la novia tóxica o la tía criticona te han quitado ya demasiada energía? ¿por qué seguir dándoles ese poder? ¿hasta qué punto es suficiente? Vivir siendo la víctima es agotador, siempre bajo la gran nube de culpa, arrepentimiento e injusticia que te deja un vacío.
Afrontar el problema, analizarlo, reconocer patrones de conducta y lecciones es una forma de decir “hasta aquí” y entender que en el resto de tus días habrá días soleados y otros nublados, pero sabes que el sol está ahí, sabes que detrás de las nubes lo podrás ver.
Sí, mereces justicia, tienes el derecho de decirle a los demás lo que has vivido y cómo te ha afectado. Tienes derecho a llorar y tener tu duelo. Pero también mereces tranquilidad en tu vida, nuevas experiencias que valgan la pena vivir. Es un proceso y la única forma de llegar al otro lado es a través.
¿Por qué la gente sigue manejando tras tener un accidente automovilístico? Porque aprende de sus errores (en el mejor de los casos). ¿Por qué la gente se sigue casando a pesar de la alta tasa de divorcios? Porque creen que el matrimonio traerá felicidad a sus vidas, con la formación de una familia. ¿Por qué las madres siguen teniendo hijos a pesar de que un parto es una experiencia traumática tanto para la madre como el hijo? Porque saben que al otro lado tendrán una gratificación que habrá hecho que ese trauma tenga un sentido más trascendental.
No podemos deshacer lo que sucedió, no siempre podemos hacer justicia y que la gente pague por lo que hizo, no habrá ningún héroe que llegará en forma de un novio, una novia, un amigo, un padre, un terapeuta y menos un policía. Nadie vendrá a salvarte, porque solo tú lo puedes hacer. Los demás pueden lanzarte una soga y ayudarte a jalar, pero tú tendrás que hacer esfuerzo propio y escalar fuera de ese abismo. Y llegará la ocasión en la que te volverás a enfrentar a ese oscuro abismo, pero ya tendrás las herramientas para poder descender y escalar nuevamente con un nuevo enfoque para tu beneficio.
Replantea, adapta, modifica y supera.
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