La sobre-civilización.
- Alex Negrete F
- 31 ene 2021
- 5 Min. de lectura
El progreso que hasta ahora hemos alcanzado, ha llegado gracias a largos periodos de incivilización e inmoralidad. Esclavitud, guerras, segregación, campos de concentración en culturas pasadas han sido el claro ejemplo de cómo antes necesitábamos urgentemente los derechos humanos para poder avanzar y convivir de maneras más pacíficas.

Hoy en día, para muchos países, es evidente que esas épocas han quedado en el pasado, tristemente no lo es para países de África como Libia en donde sigue habiendo tráfico de esclavos, castración femenina y prostitución. Es por lo que existen muchos grupos humanitarios que trabajan para mejorar la calidad de vida de la gente en todo el mundo.
El deseo y habilidad del humano de progresar con el paso del tiempo es una parte inextricable de nosotros, es por lo que, desde las cavernas, el humano innovado mediante la experiencia, descubrimientos científicos y el debate filosófico para mejorar su calidad de vida y la de los otros. Pero ¿qué sucede cuando la madurez civil ya es alcanzada, cuando los derechos y libertades básicas ya han sido alcanzados para todos? ¿A qué más puede aspirar la humanidad, entonces?
La respuesta es la sobre civilización.
La civilización se alcanza cuando muchos países toman la decisión de darle la bienvenida a muchos inmigrantes que huyen de países menos civilizados y libres, para que puedan quedarse de forma legal y aspirar a un mejor futuro, pero la sobre civilización se da cuando la gente exige que no existan fronteras entre países dejando que cualquier persona indocumentada pueda entrar al país como si fuera su casa.
La civilización se dio en muchos países cuando las supremas cortes avalan el matrimonio igualitario para la gente homosexual y del colectivo LGBTQ, sobre civilización son las ridículas demandas de ese mismo colectivo, específicamente la de los “derechos” transgénero para que hombres biológicos que se autoidentifican como mujeres tengan permiso legal para entrar al baño de mujeres y participar en equipos deportivos femeninos.
La civilización se logró cuando a grupos como negros o mujeres se les concedió los derechos de trabajar, tener propiedad privada, votar y amar de acuerdo con sus propios deseos y aspiraciones . Sobre civilización es el afán de grupos como Black Lives Matter y el feminismo de fabricar reclamaciones de opresión con base al género o etnia autoimpuestas solo por quererse subir al tren de los oprimidos forzadamente.
Mi generación, es decir los Millenials, han cambiado los tiempos a uno de personas altamente quejumbrosas que se sienten oprimidas por cualquier adversidad. Admitámoslo, muchos de los que nacimos de 1985 hacia adelante, especialmente en occidente, somos de los seres humanos más privilegiados, pero al parecer pasar horas y horas en nuestros smartphones saltando de red social a red social nos ha dejado desprovistos de satisfacción.
Nuestro excesivo deseo de una “existencia significativa” ha llevado a muchos de mis contemporáneos a la persecución sin fin de la “Justicia Social”: Baños de “género neutro”, uso de pronombres y todo tipo de medidas ridículas para gente con demasiado tiempo libre en sus manos. Y es que solo en tiempos de extrema paz es que éstas exigencias sin sentido alguno pueden cobrar relevancia.
Muchos no conocemos qué es vivir en verdaderas condiciones de adversidad, ya sea de pobreza, desempleo, hambre, violencia, entre otras, como sí lo saben nuestros padres y abuelos. Esa noción se ha diluido en estos tiempos de relativa estabilidad.
Piensa en los tiempos de la primera y segunda guerra mundial, en donde el hombre promedio de 20 años era enlistado en contra de su voluntad para ir a la guerra, en la madre que enviaba a su hijo a la guerra sin saber si regresaría a casa, durante la gran depresión en 1930, donde el desempleo era el factor común. Mientras hoy en día muchos estudiantes de nivel universitario exigen espacios exclusivos para gente de color o para mujeres porque el simple hecho se estar expuestos a diferentes puntos de vista u opiniones los hace sentirse agredidos.
En nuestro afán por luchar por el progreso y la justicia social, estamos deshaciendo todo aquello que nuestros antepasados lucharon arduamente por conseguir. Nosotros no tenemos guerras mundiales que concluir, algún derecho social por adquirir, pero seguimos convenciéndonos que nuestros tiempos son los peores. Estamos tan obsesionados con ayudar a los desamparados y menos aventajados que nosotros que muchos se están catalogando innecesariamente como desamparados u oprimidos.
Hay un peligro inminente de luchar por estas causas que sólo son un gran callejón sin salida, porque el resultado natural del progresismo en exceso sólo puede ser una regresión.
Hoy en día vivimos en un eterno caudal de indignación sin sentido, una constante manufactura de obstáculos que nosotros mismos nos ponemos en el camino sustentado en la falsa premisa de la perfectibilidad de nuestra sociedad. Muchos negros que usan su propio color como excusa para sentirse oprimidos, los mismos que predican que ya no se hable de etnias, color de piel, género y orientación sexual son los primeros en usar esos aspectos como una discapacidad social.
Vivimos en una era en donde hay más insistencia que resistencia al racismo y la opresión, y muchos partidos políticos, especialmente los de izquierda, se aprovechan de este escenario para ganar votos, haciéndonos creer que somos constantes víctimas del sistema y sólo votando por ellos es que las cosas cambiarán.
El complejo de salvador social es uno que me llama la atención, porque deriva de un profundo narcisismo. Gente adicta a ser validada por los demás, vista como la salvación de los demás y a sentirse realizado por el simple hecho de ayudar a una persona que ellos mismos consideran inferior. Esa misma gente es la que publica en sus historias o redes cuando dona o ayuda a alguna persona en situación de calle. Al final sólo viven de “ayudar” a las minorías porque eso los libera, aunque sea un rato, de tener que lidiar y evaluar sus propios fallos.
Está bien señalar actos de impunidad, corrupción e injusticia, porque siempre los habrá mientras sigamos existiendo los humanos por nuestra propia naturaleza imperfecta, pero establecer que toda adversidad que se nos presenta en la vida es por un sistema inherentemente racista, machista e injusto es tan ridículo como proponer que la solución para esa adversidad es la segregación. Es imposible ir hacia adelante caminando hacia atrás.
Imagínense hombres blancos heterosexuales pidiendo espacios exclusivos en plazas, bares, restaurantes y transporte público. Todo el mundo explotaría de la indignación, ¿entonces por qué no reaccionamos así cuando lo exige un negro o una mujer?
Si esos grupos no tienen a alguien más que culpar por sus propios errores, decisiones o defectos, el peso de tomar la propia responsabilidad de sus actos es demasiado ellos, es mucho más fácil y cómodo ir culpando nuestras adversidades al boogeyman machista, racista e injusto. Tan a gusto están disfrutando del camino libre de responsabilidad propia, que no se dan cuenta que no lleva a ninguna parte.
Siéntate y pregúntate: ¿Qué pensaría tu abuela, bisabuela o ancestros si te vieran ahora mismo? ¿Qué les dirías, tú siendo un hombre que no tiene que ir a la guerra o una mujer que puede elegir su propia carrera? Si te trasportaran al pasado y tuvieses que enfrentar la realidad que ellos vivieron y lucharon para que tú tengas los derechos que tomas por sentado, ¿seguirías actuando igual?
¿Cuál es el sentido de embarcarse a una búsqueda de una utopía inexistente? Sería mejor comprometernos a recordar y agradecer los sacrificios de nuestros antepasados y su esfuerzo para aprender a apreciar las oportunidades que tenemos al alcance de nuestras manos hoy en día.
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