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La ilusión del progreso.

  • Foto del escritor: Alex Negrete F
    Alex Negrete F
  • 6 dic 2020
  • 5 Min. de lectura

En los últimos días he pensado acerca de cómo hemos progresado como especie humana. Este es un debate que tiene bastante profundidad. Por un lado, pienso que sí, efectivamente, como humanos ha habido un progreso innegable, aunque éste es dispar en todo el mundo y no es lineal, más bien es una línea sinuosa, no obstante, todo progreso trae nuevas retos y problemas a tratar y resolver, pero el progreso existe y es algo medible.







El contraargumento que se me ocurre es que estas métricas están sujetas a una narrativa propia del sistema económico vigente (o al menos lo más parecido): El Capitalismo. Sin embargo, a pesar de que responden al diseño e intereses de un sistema capitalista, es evidente la mayor esperanza de vida de la gente, la mejor calidad de vida, y esto ocurre hasta en los países históricamente oprimidos. De la misma manera, no podemos soslayar todos los avances tecnológicos, científicos que han mejorado dicha calidad de vida. Es por lo que pienso que la economía de mercado se me hace la mejor de todas las alternativas, porque medir la felicidad colectiva es absurda, porque no existe tal concepto.


Pero, una cosa son los datos objetivos y medibles, y otra es cómo es que percibimos ese progreso en nuestra psique. Hay un desarrollo objetivo que reside fuera de nuestra mente y medible más allá de toda cuestión ideológica. ¿Pero, qué implica el desarrollo para cada uno de nosotros? ¿Existe algo así como un progreso subjetivo?


Como ya sabemos, la forma de interpretar la realidad que nos rodea es una construcción subjetiva producto de dicha interacción con la realidad objetiva dada a través de la experiencia, educación recibida y rasgos biológicos, es más, hasta construimos nuestra percepción con base en la construcción que han hecho otras personas de ella (nuestros padres, abuelos, personajes históricos). Los individuos no conocemos toda la realidad, sino una interpretación subjetiva de una pequeña fracción de ella a la cual podríamos acceder de manera más integral con una buena educación o diferentes sistemas para reducir esa subjetividad (como el método científico) que han permitido acelerar el crecimiento objetivo, pero no erradican el componente subjetivo.


Básicamente nuestra percepción de la realidad es contextual y está dada por la realidad que vivimos y no la realidad completa (la cual es infinita en cuanto a espacio y tiempo).

Cuando pensamos en una persona que vive en la pobreza nos vienen a la mente sentimientos de angustia y dolor. Pero, muchos pobres no viven angustiados ni sufren más de lo que sufrimos nosotros. ¿Entonces por qué nos aterroriza pensar en caer en la pobreza en la que viven la mitad de nuestros connacionales? Porque a la hora de imaginar la pobreza imaginamos la pérdida de lo que tenemos, la caída de nuestra propia posición social y con base en esa caída juzgamos a la pobreza. Y lo mismo sucede a la inversa, creyendo que al tener más posesiones y subir de clase social seremos más jubilosos y eternamente felices cuando en realidad ese gozo sólo se da al subir de posición ya que con el tiempo te vuelves a acostumbrar a tu realidad. Esto explica porque hay ricos que sufren de fuertes episodios de depresión u otros problemas psíquicos.


Cuando hablamos de progreso a través del tiempo ocurre algo análogo. Si nos imaginamos el estilo de vida de la edad media nos parecería inhumano, podríamos morir asesinados ante cualquier conflicto, encarcelados o contagiados por enfermedades a las cuales no había cura , pero estoy seguro de que los medievales no se sentían tan desgraciados como creemos nosotros. A la hora de hacer comparaciones en el tiempo se nos olvida contextualizar.


Lo mismo sucede en nuestros tiempos con la burla o escarnio hacia los millenials a los cuales nos acusan de ofendernos de todo y ser mucho más frágiles. A lo mejor, objetivamente hablando, no están tan equivocados quienes hacen esta clase de señalamiento al compararlos con los “baby boomers”, aunque este señalamiento me parece algo injusto por lo anteriormente mencionado: Un millenial creció en un contexto muy diferente al del Baby Boomer. El Baby Boomer juzga al millenial desde la realidad construida por él que no es la misma a la del millenial.


Entonces ¿Cómo se podría hablar de un progreso subjetivo? Si partimos de la premisa que el estado de nuestra mente (su capacidad de gozar o sufrir) ha permanecido relativamente estable, ¿cómo aseguramos que el progreso objetivo ha hecho que nos sintamos mejor? Que es algo esencial y a lo que hemos aspirado, como especie humana, a la hora de construir civilizaciones más avanzadas o con cada descubrimiento científico. Una madre del siglo XVIII perdía a sus hijos con mayor facilidad y vivía menos, pero seguramente el impacto que tenía la pérdida del hijo en su psique fuese menor del que es para nosotros, porque asumían que era común que una familia perdiera hijos , dándolo casi por sentado y procreando más para asegurar la descendencia.


La idea de que la gente cada vez es más feliz conforme pasa las generaciones me parece cuestionable o ¿acaso vivir más años se traduce en una mayor felicidad? ¿Por qué con todos los avances en Psiquiatría y las neurociencias cada vez aumenta más las cifras de gente con depresión? Claro que es mucho mejor ir a terapia y tomar medicamentos que no hacerlo, pero eso no necesariamente implica que estamos más felices que en otros tiempos. Habrá quién se pregunte cuál es el sentido de trabajar para que la sociedad progrese, si siempre existirá el miedo, dolor y angustia, pero esas son emociones naturales que son parte esencial del ser humano (y otros animales). También puede ser que quien se beneficie psicológicamente del progreso es quién lo produce y no quien lo reciba, entonces siga innovando.


Evidentemente esta lucha imparable produce un progreso real y tangible o palpable, pero parece ser que con respecto a nuestra psique no hay mucho qué hacer, ya que está condenada a adaptarse al contexto bajo el cual se desarrolla porque esa es su función. De ahí la importancia de entender que tanto los sentimientos positivos (felicidad, gozo, placer, autorrealización) como los negativos (tristeza, miedo, angustia) siempre serán necesarios para que el individuo se adapte a su entorno.


Finalmente, todo esto nos lleva a la cruda realidad (o a mi parecer): El último fin de nuestra especie no es la felicidad, la felicidad es, más bien, uno de los medios por los cuales el ser humano puede adaptarse y sobrevivir a su entorno, uno de los principales fines del ser humano es tener propósitos y metas ya que éstos moldean las actividades y pensamientos en el día a día. A pesar de los innegables avances y progresos positivos como especie, nuestra psique y su relación con el goce y dolor siempre permanecerán relativamente constantes y dependientes del contexto bajo el cual se llevan a cabo.

 
 
 

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