La cultura de la cancelación.
- Alex Negrete F
- 14 jul 2020
- 3 Min. de lectura
Toda causa, hasta la más pura y noble, deben tener la capacidad de estar sujetas a crítica y a aprender a debatir y refutar a sus opositores en vez de silenciarlos.

Es de mucha preocupación que a los sectores progresistas se les está haciendo costumbre silenciar o cancelar a aquellas personas que disientan a un discurso o narrativa que predomina en la población- A aquellos que se atreven a pensar diferente. Pareciera que hoy en día no importa refutar a tu opositor, sino más bien impedir que hable porque aquello que puede decir es ofensivo y políticamente incorrecto. En lugar de que las universidades abran foros de debate y pueda haber un flujo enriquecedor de ideas, éstas están cancelando eventos o invitaciones de personas o intelectuales que tienen distintos puntos de vista.
Lo mismo pasa con libros cuyo contenido puede herir susceptibilidades, o cuyo autor o autora sujeta otros puntos de vista (como fue el caso de J.K Rowling), estos libros están siendo removidos de esas instalaciones.
Pareciera que los progresistas están imitando acciones que en un principio eran de gente conservadora, aquellos que antaño buscaban censurar contenidos que no eran de “buenos modales” , prohibir libros que promovían el ateísmo entre otros temas.
Para que una sociedad funcione adecuadamente, es necesaria cierta dosis de corrección política, al incluir a sectores de la población que antes estaban marginados, es normal que las normas de convivencia social cambien. Y uno puede negarse a convivir con gente que sostenga discursos machistas, misóginos, homófobos, pero el negarse a debatir y en vez apostar por el silenciamiento y cancelación del otro, no lleva a ningún lado.
Al final del día toda causa, por más noble y justa que parezca, debe estar abierta a la crítica. Toda ideología es un sistema, y los sistemas abiertos suelen funcionar mejor que los cerrados, por su interacción y contacto con lo opuesto lo que lo retroalimenta y fortalece dándole un mayor sustento y fundamento.

A la gente que guarda prejuicios no se le debe censurar, se le debe confrontar, debatir y persuadir. Al negar la posibilidad de un debate, la censura le niega al activista o “guerreros de la justicia” (como se hacen llamar) una oportunidad de crecimiento, desconociendo la postura de su contraparte y hacer de ella un estereotipo (machista, misógino o lo que sea) que no necesariamente es real, sino es producto de una actitud guiada por el miedo a debatir y a tener tus ideales confrontados que hace que de forma mecanicista encierres a los que piensen distinto en un mismo cajón con las mismas etiquetas, asumiendo que todos son iguales.
Se debe atacar las causas y no las consecuencias, si te niegas a debatir nunca sabrás por qué algunas personas son racistas, machistas, fanáticos religiosos. Puede que haya algunos que puedan ser persuadidos, puede que no sean malas personas per se y que basta con discutir con datos y no emociones para hacerlos cambiar de opinión. Cuando uno se cierra a esta dinámica se convierte en aquello que tanto juzga: una persona con cero tolerancia hacia la diversidad, sólo que en este caso es a la diversidad de pensamiento. Con el paso del tiempo esta clase de actitudes los termina haciendo personas dogmáticas, cerradas y conservadoras en el sentido que sólo quieren conservar lo que a ellos les parece correcto, sin importar cuál noble y bienintencionada haya sido la causa en un inicio.
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