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El "Obradorismo" en la psique mexicana.

  • Foto del escritor: Alex Negrete F
    Alex Negrete F
  • 5 jul 2020
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 22 sept 2020

Según el izquierdista el gobierno es corrupto porque las personas equivocadas están en el poder, una vez que López Obrador gane la presidencia, todo será diferente, las estructuras que hasta hoy en día se tenían serán sacudidas desde abajo. El estado proveerá salud y educación gratis, los ricos pagarán sus impuestos y los pobres recibirán todos los programas sociales de bienestar para que salgan de la pobreza. Esto lo dijo (y muchos lo siguen diciendo) con devoción casi religiosa.





Hace un par de años López Obrador logró sembrar la semilla de la ilusión en muchos mexicanos que con toda justificación estaban(mos) cansados de corrupción sin escrúpulos. Su éxito fue tal que ganó las elecciones presidenciales del 2018, arrollando a los otros candidatos, el 53% de los votos, logrando establecer una gran mayoría en las cámaras y legislaturas estatales.

Desde su campaña presidencial se vislumbraba esa utopía, con un poder de narrativa que ningún otro candidato a la presidencia ha tenido, moviendo las emociones de millones de mexicanos. Un gobierno transparente, honesto, que escucharía al pueblo, que acabaría con la corrupción y desmontaría todas las injusticias que el “neoliberalismo” ha traído. Lo decía con tanta convicción que hasta los mismos delincuentes cambiarían sus actitudes y costumbres y se volverían ciudadanos ejemplares. Todos los problemas que aquejaban a los mexicanos se solucionarían con un par de cosas: acabar con la corrupción y con un mayor bienestar social.

Y la gente le creyó, más de 30 millones de mexicanos creyeron en él. ¿Por qué?

La razón del gran apoyo que recibió López Obrador es en realidad preocupante, no bastaba con el hecho de estar cansado de la corrupción e inseguridad. En México existe esa fantasía de un gobierno perfecto, arraigada en la mente del más progresista hasta el más conservador, donde todo se deja en manos del estado para que éste haga bien las cosas. Anhelan a un mesías que acabará con las injusticias y traerá la paz que tanto deseamos todos. Y a pesar de que una y otra vez hemos sido testigos de que la intervención total del estado termina siendo un desastre, recurrimos a esa zona de confort en nuestra psique que nos dice: “es que estaban las personas equivocadas en los puestos mandatarios”. Y si este líder falla, llegará otro a redimir y compensar todos sus errores. Y López Obrador logró implantar esa fantasía en las mentes, con un lenguaje y una narrativa a favor del pueblo, de los pobres, apelando a las emociones y a la psicología humana.

Esa fantasía que logró sembrar tiene un pequeño detalle, pero que es importantísimo. Así como una persona sedienta en un desierto ve un oasis lleno de agua y plantas a la distancia, al acercarse éste se desvanece con todas las posibilidades y promesas.

A dos años de su triunfo los resultados han sido mayormente contrarios a lo que prometió. En su plan de desarrollo prometió un crecimiento económico de 4% , y resulta que cayó un 0.1%, y eso que México es el socio comercial número uno de Estados Unidos. Prometió combatir el crimen con su infame frase de “más abrazos, menos balazos”, pero el 2019 ha sido el año más violento en la historia de México moderno, prometió rescatar a Pémex y la empresa actualmente está más cerca de la quiebra que nunca. Prometió salud gratis, pero, en plena pandemia, las instituciones de salud escasean de medicamentos especialmente para pacientes con cáncer y VIH.

Con el paso del tiempo la incompetencia se hace cada vez más evidente, la esperanza se convierte en incertidumbre, y se ve reflejado en las listas de popularidad donde ha perdido más de 20 puntos porcentuales. Sin embargo, no se cansa, y está centralizando cada vez más el poder para poder construir vías de bienestar y clientelismo y así tener simpatizantes, movilizando sus votantes y mantener la mayoría legislativa para el 2021.

Lo triste es que la gran mayoría que ya está en contra de las políticas de López Obrador, no quieren soltar esa fantasía del gobierno perfecto, a pesar del evidente fracaso. ¿Será que acaso le tememos al dolor?, a todos nos duele renunciar a una ilusión, a nuestros anhelos, o preguntémonos ¿por qué muchos seguimos con personas que nos hacen más daño que bien? ¿acaso estamos acostumbrados a conformarnos con menos?, hacerlo implica un proceso de reconocimiento de que nadie viene a esta vida a solucionar tus problemas con una varita mágica, gran parte de la responsabilidad de cambiar al país recae en nosotros mismos y no lo queremos reconocer.

Ese complejo de víctima lo tenemos todos los latinoamericanos, a diferencia de otros países europeos, y eso que somos mucho más ricos en recursos. A lo mejor se puede explicar por nuestra historia.


Siempre la culpa es de otro, la culpa es de los gringos por quitarnos territorio, la culpa es de los españoles por conquistarnos, la culpa es de los ricos, de las élites tecnócratas en fin, la culpa siempre es de otro. Y eso es lo que López Obrador ha sabido explotar y con suma eficiencia. El mensaje que está dando es que:, si a uno le ha ido mal en la vida, no es culpa tuya y él te va a regalar cosas gratis, les quita a los ricos y les da a los pobres, porque el rico explota al pobre entonces le quitamos su dinero. Y así ensambla una economía populista que es insostenible.


Otra cosa que tenemos sembrado en nuestra mente es la obsesión por la igualdad material, predicando que todos somos iguales, nos encanta escuchar a los líderes populistas decir esas cosas, pero cuando éstos llegan al poder resulta que, tal como en La Rebelión en la Granja de George Orwell, unos son más iguales que otros y el que reparte se queda con la mejor parte, dejando aún más pobres y jodidos a quienes tanto defendía.

Todo esto significa que debemos optar por la cooperación voluntaria, dejar de lado esa actitud egoísta y resentida que muchos tienen y querer joder a quien le va mejor; optar por el libre mercado, la igualdad ante la ley, el reconocimiento y respeto hacia la vida, propiedad y libertad de los otros; y enfrentarnos a la incertidumbre del futuro con la frente en alto para poder vislumbrar las oportunidades que nos dirijan a una vida mejor.

Implica asumir responsabilidades, convertirse en un adulto en toda la extensión de la palabra. Y eso es algo que mucha gente simplemente no está dispuesta a aceptar.

 
 
 

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