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El derecho al ocio.

  • Foto del escritor: Alex Negrete F
    Alex Negrete F
  • 1 abr 2020
  • 4 Min. de lectura

El derecho al ocio.

¿Qué es lo primero que te viene a la mente con la palabra “ocio”? Muchos piensan en improductividad, flojera, pérdida de tiempo, esto es porque nuestra cultura a cambiado de tal forma, en términos de productividad, que se ha demonizado este concepto, el cual no genera riqueza y que considera que el humano más útil es aquel que produce más.

Recluimos del ocio y sólo lo justificamos como una forma de descansar la mente y cuerpo y así estar listos para reincorporarse en la vida productiva, es decir, se ve al ocio como parte de todo el ciclo o proceso productivo en vez de algo ajeno a ello.

El concepto de “laborar” se puede remontar hasta época feudal o la antigua Grecia como aquel campesino o esclavo que vivía para trabajar. La filósofa alemana Hanna Arendt nos da el concepto de “homo faber” el cual trabajaba para poder sobrevivir, es decir, la labor estaba relacionada con sus procesos biológicos, nacimiento, reproducción, aquel que fabricaba sus propios productos para su supervivencia (se ve reflejado en diferentes trabajos artesanales). Con la llegada de la Revolución Industrial, aquel “homo faber” pasa a ser “Homo laborans o animal laborans” el cual ya no hace sus propios productos para sí, sino que forma parte de todo un gran proceso de producción. Es en esta época en donde, la producción era lo más importante para la supervivencia, se manifestaron los descontentos de los obreros que derivó en la formación de sindicatos y culmina con la obra de Karl Marx.

Hoy en día el capitalismo ha rebasado la realidad descrita por Marx mediante la concesión de ciertos derechos al sector obrero y las constantes luchas sindicales para evitar que la sociedad cayera en manos del Comunismo o cualquier otro movimiento que atentó contra los propios intereses capitalistas.

Hoy en día la naturaleza del trabajo es una combinación entre el “homo laborans” y “Homo faber”. Por un lado seguimos siendo parte de todo un proceso productivo mucho mayor que nosotros, pero también hay cierto esfuerzo para que el trabajo que uno hace tenga un significado, lo cual evidentemente no siempre sucede (hay mucha gente que dice no disfrutar de su trabajo), esto puede hacerse mediante incentivos que utilizan las empresas para motivar a sus empleados, o al salir de la universidad nos dicen que la labor del individuo está ligada a la carrera que eligió porque es lo que le apasiona o porque podemos plasmar nuestra creatividad en algo tangible, aunque al final de cuentas sigue siendo parte de un proceso de producción. Inclusive los “entrepreneurs”, los autoempleados, “freelancers” siguen siendo parte de este proceso, de forma directa o indirecta, un contador independiente hace sus servicios a una empresa o varias, un diseñador web independiente crea plataformas digitales que son parte del proceso de producción de otras empresas.

Es innegable los avances que se han tenido con respecto al ámbito laboral: Horas de trabajo, prestaciones, condiciones, tanto en lo cualitativo como en lo cuantitativo, si los comparamos con los trabajos del siglo XIX , pero por otro lado también estoy de acuerdo que la esencia de un ser humano no debería restringirse únicamente a la realización personal mediante la integración de ésta a los procesos productivos. Y es aquí en donde el concepto de ocio cobra relevancia, donde se convierte en algo más valioso que el mero descanso de la mente y el alma, sino uno que le dé una mayor importancia a nuestras vidas y termine por realizarnos como seres humanos independientes de todo proceso.

Se tiene que limpiar y redefinir este concepto que ha quedado manchado de vicios que le hemos adjudicado. Empezando por decir que no puede ser parte del proceso de producción, como los viernes de ir al bar con los colegas para hablar del trabajo o una forma de evadir la realidad. O como la connotación que se le da cuando nos dicen “no seas ocioso”, el ocio no significa estar tirado en la cama, sino se trata de darle ese espacio al cuerpo y mente de emanciparse del proceso productivo al que estamos atados, que es diferente a evadir la realidad, porque la evasión implica la negación de la existencia de ese proceso al cual sigues atado aún en el tiempo libre y es así terminamos odiando los lunes. La emancipación implica lograr zafarse de tal forma que el ocio no esté condicionado por ese proceso.

Entonces, el ocio, en este sentido, implica la posibilidad del individuo de contemplar, disfrutar, realizar (a través de la lectura, el arte), de meditar, caminar, convivir, practicar un deporte, un hobby para que así uno pueda tener una vida más plena en donde el proceso productivo sea parte de tu vida, más no tu vida. Dicho esto, pregúntate: ¿El tiempo que le dedicas al ocio es suficiente? ¿la manera en la que vives el ocio es la adecuada?

El ocio es malinterpretado e ignorado porque ya estamos condicionados y acostumbrados a pensar en términos de productividad, pero habríamos de colocar a este concepto bajo otra luz o enfoque, en donde éste sirva al ser humano, no viceversa. Esto implica tener la capacidad de vernos como entes capaces de hacer otras actividades, con más aspiraciones que las de solo producir.

El ocio no es un defecto, sino esa dimensión, ese tiempo y espacio en donde el ser humano pueda ejercer su libertad para la realización de actividades que lo puedan llenar y así ejercer su independencia, es más podríamos decir que todos tenemos un derecho al ocio.




 
 
 

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