Consumismo y desigualdad.
- Alex Negrete F
- 20 may 2020
- 6 Min. de lectura
La desigualdad es inevitable en una sociedad, pero hoy en día parece ir muy de la mano con el consumismo. ¿Cómo es que el consumismo fortalece la desigualdad en una sociedad y qué se puede hacer al respecto?

La economía de libre mercado se asienta en una cosa: el consumo. El libre intercambio de bienes y servicios genera una competencia y se vuelve el escenario óptimo para que las empresas puedan ganar dinero. Si uno quiere consumir, primero tiene que generar, y esa riqueza generada tiene el fin último de consumir, como un ciclo, el sistema se retroalimenta a sí mismo, lo cual es clave para su éxito cuando se compara con otros modelos económicos.
La cuarentena que hemos estado viviendo por ya más de 50 días ha dejado más que claro cómo funciona este sistema, muchos han dejado de consumir y esto ha metido a más de una compañía en una crisis económica frustrante.
Pero, la economía de libre mercado no sólo se explica con las dinámicas económicas, el ethos social tiene un alto impacto, las aspiraciones, expectativas y deseos de los jugadores en este tablero terminan orientándose al consumo, ¿qué carro me voy a comprar?, ¿qué seguro me conviene más?, ¿qué ropa voy a comprar para sentirme ad hoc a los círculos sociales a los que pertenezco?, ¿Qué productos debo comprar para tener un mayor status?, ¿Cómo voy a mantener el estilo de vida que mis padres me habían dado hasta ahora?.
Nos guste o no, la valía de un individuo se ve afectada (en menor o mayor medida) por su capacidad de consumo. Aquel que triunfa económicamente es más respetado. Y no importa si su escala de valores está por los suelos, a partir del éxito profesional y acumulación de bienes el individuo se siente pleno porque siente que es “alguien”. Este es un fenómeno que es intrínseco a nosotros, inclusive los que dicen: “lo económico no me importa”. Aunque muchos no lo acepten, es una dinámica de la que difícilmente nos podemos zafar. Si el individuo quiere auto realizarse y sentirse aceptado dentro de un círculo social, muy difícilmente se desligará del consumismo. Esto explica por qué los cárteles están llenos de gente joven que prefieren vivir todos los días con el riesgo de morir, a cambio de tener un alto status social.
Es tan fuerte el poder del consumismo que no sólo abarca áreas que muchos llamarían “superficiales”, necesitamos consumir para tener acceso a la educación o trabajos (utensilios, cursos, ropa para ir a entrevistas) y así producir riqueza material o intelectual que será consumida por alguien más. Así de inmiscuido está en nuestras vidas.
Hemos hablado hasta ahora de las expectativas y deseos a nivel personal, pero nosotros no somos entes aislados, vivimos en comunidad, y esto presenta un problema. No sólo consumes para satisfacer tus necesidades básicas o caprichos, sino te preguntas cómo estás respecto a los demás, si los demás prosperan y tú no, entonces sientes que eres una persona de poca valía, caso contrario, si triunfas y te va mejor que los demás, entonces te sientes satisfecho. Entonces la riqueza y pobreza ya no sólo se mide con números o indicadores absolutos y objetivos, en el día a día, la persona percibe su capacidad económica relativa hacia la de alguien más. Una persona de clase media puede enojarse o hasta indignarse del dinero que tiene la gente famosa, pero no se da cuenta de que es mucho más privilegiado que el 50% del país, y aún así siente que su situación económica actual no es justa.
Si la desigualdad fuese únicamente dada por los méritos de la persona, sería una cosa, pero desgraciadamente en la mayoría de las veces es consecuencia de fallas estructurales, lo cual la vuelve más frustrante, ¿por qué si yo me he matado estudiando y capacitándome sólo puedo aspirar a un salario mediocre, mientras que mi vecino que es un flojo, pero tiene conexiones e influencias logró una “vida más plena?”. Te pregunto, ¿En la escuela nunca te molestó que te hayas esforzado y obtuviste un 8, mientras que el o la "barbero/a" del salón sacó 10 sin esfuerzo alguno? Entonces ¿si yo no puedo tener movilidad social, a pesar de todos mis esfuerzos entonces quién es el responsable?
Dado a que las economías de mercado generan sociedades basadas en el consumo, y la percepción que se tiene de la riqueza o pobreza es en relación a los demás, entonces la narrativa de la desigualdad siempre estará latente. Siempre que exista alguien que se frustre porque su estilo de vida no es como el que él quisiera porque otro tiene más, el discurso estará presente en nuestra sociedad. Y estas pulsaciones no desaparecerán aunque todo el mundo aprenda economía, y tampoco sucederá (ni es conveniente) pretender acabar con toda la desigualdad porque entonces acabaría la competencia, el esfuerzo y los méritos profesionales. Siempre es bueno tener competencia sana porque eso requiere que el individuo se esfuerce en su trabajo. Una sociedad siempre será un tanto desigual, al igual que en la naturaleza, los animales que sobreviven son aquellos que destacan por sus habilidades, y no todos vivirán con las mismas oportunidades. La desigualdad es intrínseca al humano y la naturaleza.
Si admitimos que una dosis de desigualdad es sana para una sociedad y ésta nunca podrá erradicarse por completo porque eso atentaría contra la libertad del individuo, entonces podemos hacer una distinción de las diferentes circunstancias que conllevan a una desigualdad y no todas deberían ser malas per se. Si yo decido utilizar mi tiempo libre para generar un poco de dinero, y mi vecino decide usar su tiempo libre para descansar, entonces habrá una desigualdad entre nosotros, y no es mala.
Hablar de desigualdad es más complejo de lo que parece, pero el primer enfoque que le damos no es en el mérito o nuestra toma de decisiones, sino la reducimos a una condición que existe y la asumimos como injusto para nosotros o alguien más. Pero es más complicada, dos personas que aplican el mismo esfuerzo y no llegan al mismo punto se debe a diversos factores, el entorno en el que nació, las habilidades que una desarrolló, incluso el factor de suerte (haber estado en el momento y lugar adecuado) hasta otros factores que rompen con cualquier sentido de equidad como lo es tener preferencias ante la ley o beneficios de una persona cercana, no tener oportunidades básicas (educación) o incluso discriminación de cualquier tipo.
Es de suma importancia conceptualizar bien la desigualdad, no se trata de un solo fenómeno cuya única forma de atacar es creando conflicto entre clases que sólo puede ser arreglado mediante una igualdad absoluta y forzada. Y no sólo se puede abordar la desigualdad como efecto o consecuencia sin atender a sus causas. Y es que para muchos, la primera solución que se les viene a la mente es una intervención directa del gobierno, que sea él quien controle el mercado para garantizar iguales oportunidades para todos, pero esto resulta contraproducente, porque mientras más poder se le otorgue al gobierno menos libertad y margen de movimiento tiene uno y la condición de desigualdad entre gobernados no se elimina, sino que pasa ser una desigualdad entre gobernantes y gobernados, donde los primeros son la élite económica y el resto se conforma con un estilo de vida poco arriba de la pobreza del que difícilmente podrán salir.
Entonces, ¿qué se puede hacer? Obviamente la primera cosa que nos viene a la mente es la creación de un entramado social justo y sólido, donde no haya preferencias ante la ley, garantizar un suelo firme y mínimo para las personas con menores oportunidades para que reciban una vivienda y educación dignos y así desarrollen herramientas para salir adelante. Esto en américa latina ha fallado por tener estados de derecho muy débiles. Se tienen que analizar las distintas desigualdades, separar aquella que proviene del mérito y la voluntad, de aquella que es producto de injusticias que restringen las posibilidades de un individuo de salir adelante.
Hay que aceptar que la desigualdad es una condición inherente del ser humano, somos seres heterogéneos, y lo somos porque todos estamos dotados con capacidades distintas. También replantearnos nuestros propósitos de vida, si bien es muy difícil deslindarse completamente de la dinámica del consumismo, podemos hacer énfasis en otros aspectos de nuestras vidas, mirar hacia adentro en vez de hacia afuera y dejar de hacer comparaciones con los demás que no nos traen nada más que un sentimiento de frustración.
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